«El otro día nuestro ministro de Salud Juan Luis Manzur me llamó muy emocionado desde Santiago del Estero, porque la Organización Panamericana de la Salud (OPS) había certificado en dos departamentos de Santiago del Estero la interrupción de la transmisión del Chagas, algo que asoló al norte de nuestro país … tenemos pensado que en el año 2016 vamos a poder anunciar, finalmente, que en la Argentina se acabó la transmisión del Mal de Chagas. Y esto se debe, fundamentalmente, al trabajo que se ha hecho en materia de infraestructura, agua potable y erradicación de los ranchos…”
En las gigantes pantallas por donde se emitía la teleconferencia, se observaba a la Presidenta Cristina Fernández modular una voz emocionada casi al borde de las lágrimas. Estaba en Ezeiza aquel 26 de marzo de este año inaugurando una Terminal del aeropuerto internacional. La flanqueaba, entre otros, el ahora flamante ministro de Seguridad bonaerense, Alfredo Granados, en ese momento su intendente (desde la creación de ese Distrito en 1995), heredero del restaurante “El Mangrullo”, aquel casi mítico lugar de la política argentina de los 90, donde entre otras movidas, se festejaron los triunfos del ex presidente Menem en la elección interna del PJ en 1988 y la reelección de 1995.
No era para menos semejante emoción! La presidenta desde allí hacia el ciberespacio, alzaba su voz para ofrecer uno de los anuncios más importantes en materia de salud pública del bicentenario.
La peste silenciosa, el mal de los pobres, el nuevo SIDA de América, la que Eduardo Galeano describió que …”Como el hambre, mata callando, y como el hambre, mata a los callados, a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido…”. La que habita en América desde hace 9 mil años, la que infecta a 30 millones de personas en aproximadamente 21 países de este continente (entre 1.5 y 2 millones en Argentina), la que se detecta en 1 de cada 5 donantes de sangre en Santiago del Estero, la que explica cerca de 5.000 muerte anuales en todo el país. Ese mal de males, temible, vergonzante, llegaba a su fin…
Del otro lado, frente a alguna otra megapantalla, el Ministro de Salud de la Nación Juan Manzur, conspicuo en el arte de manipular números y papeles (tanto las estadísticas de mortalidad infantil y desnutrición, como las Declaraciones Juradas de sus ingresos personales), se sentía directamente halagado con el relato… el relato…
Y la realidad? No. la realidad es otra cosa distinta al relato, al menos a veces. Y en esas ocasiones, la realidad molesta…
En tapa del diario “El Día” de la Plata del 1 de setiembre y bajo el titulo Preocupante detección de casos de Chagas en localidades de la Región, se informa sobre la detección de 148 casos de Chagas, de los cuales 20 corresponden a chicos de entre 6 y 12 años. Es en el marco de un relevamiento sanitario realizado en escuelas de Melchor Romero y Colonia Urquiza, 2 localidades rurales del Gran La Plata.
Dicen los médicos que participaron del trabajo… “de los 129 chicos que eran considerados de riesgo y que fueron evaluados, 17 resultaron positivos. A partir de ese dato se citó a sus padres y a todo el grupo familiar de cada caso. En esa instancia se tomaron muestras de 127 adultos, de los cuales detectamos que 109 tenían Chagas”. Y a continuación “…en todos los casos se trata de familias que llegaron a la Región provenientes del Norte del país o de países limítrofes como Bolivia o Paraguay, donde la tasa de chagásicos es mucho mayor…” “Es una cifra impresionante”, coincidieron aclarando que “ninguno de los pacientes chagásicos corresponde a casos autóctonos.” Traducido al idioma del sentido común: personas y familias que contrajeron la enfermedad en sus lugares de origen (los conocidos) y que trashuman buscando mejor destino.
También, como al pasar, el matutino platense ofrecía una noticias relevante en materia de Salud Pública. En base a esta población pequeña estudiada de inmigrantes del NOA argentino y países hermanos (tanto en origen como en padecimientos), se puede inferir que el Chagas es un azote vigente, tal como lo afirman infinidad de testimonios e informes.
Padres pobres, hijos pobres, procedentes de zonas pobres, con enfermedades de pobres. Tan simple y contundente como suena. Y verdadero y tangible como estos hallazgos.
En la argentina real, los pobres tienen “la mala costumbre” de permanecer más en sus hogares, aumentando su exposición a la vinchuca. Es más, algunos dicen desconocerla, porque entre otros factores, la de ellos es «chiquitita así» en comparación con la de papers y filminas que muestran los programas hechos en Buenos Aires.
En la Argentina real, los migrantes, los que pretenden escapar de tanta “mala”, trasladan desazón y vinchucas entre sus ropas y valijas semivacías.
En la Argentina real, el Chagas nos es prioridad de política pública, demostrada entre otras cosas por la escasa asignación presupuestaria en la Administración Pública Nacional (30 millones para el 2013 apenas un 6% más que en 2012, cuando la inflación fue del 25%).
Estos factores y otros muchos explican en gran parte por qué el Chagas está al Sur del Ecuador, donde el Tercer Mundo. Donde además el dengue, el hambre, el paludismo, la tuberculosis.
En este marco, ni las mañas de la telepolítica ni los extremos del voluntarismo, nos aproximan a la fe que conjeturan estas “utopías 2016”.
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